viernes, 25 de mayo de 2012

De rayos y centellas o cómo ignorar las fuerzas de la naturaleza


Sí, hay que tener en cuenta las fuerzas de este universo nuestro en el que vivimos, sobre todo si se trata de llevarte 1000 millones de voltios de regalo. Eso es lo que no se tuvo en cuenta (con la suficiente antelación) hace ya sus meses cuando un simpático haz de plasma, más caliente que el mismo sol, le soltó un buen pescozón al monumento por excelencia de cuantos poseemos.


Efectivamente, se trata del maldito rayo que inutilizó toda la nueva tecnología y acabado de la torre del homenaje del castillo de la Atalaya. Esos euricos que costaron los cachivaches se echaron a perder doliéndole al villenero medio en su bolsillo más que en la salud estética de la fortaleza, y aún más al saber que nos quedaban un par de días para que el seguro se estableciera. ¡¡Brrrrrrrrr!!


El caso es que nunca, never and ever, había caído un rayo en el castillo, ni siquiera en el de Salvatierra, que allí arriba parece llevar todas las papeletas. No cayó ni cuando Yusuf, ni cuando el Cid, ni cuando el comendador de Alcañiz, ni nunca. ¿Pur qué? (Vuelve a preguntar Mou)…
Pues precisamente por las dichosas pantallitas y cablecicos que ahora decoraban sus paredes. Todo aquel que como mínimo tenga educación primaria sabrá (o al menos intuirá) que el CaCO3 de las rocas del mampuesto no es que se diga un buen conductor de  la electricidad. Eso sí, que no falten metales ni cables, ni sensibles circuitos para el turista. Evidentemente estábamos haciendo de la torre una atractiva golosina para la ira de Júpiter, una autopista a lo bestia para una horda de irresponsables electrones al volante (metáfora mode: full on ).

"Mala estroza melonar"

El caso es que el rayo impactó en una de las almenas de la torre y en una de las ventanas, atravesando todos los circuitos eléctricos llevándose a su paso pavimento, embellecedores y sistemas multimedia. Ya sé que el impacto era poco probable (1 entre 2 millones de posibilidades), pero hubiera estado mejor que se colocase el pararrayos antes de todo elemento susceptible de hacernos llevar un buen calambrazo.    

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